sábado, 24 de enero de 2015

"Nunca creí que volvería a sentir el perfume de un primer amor.

Nada de extraño tiene que ahora me halle un poco extraviado. Mucho mejor, pues de esta nueva pasión espero más que nunca.

Ni yo mismo me reconozco; el corazón me estalla, tempestuoso, como en un mar hinchado por violenta borrasca. Cualquier otro iba a creer que mi nave va cortando con su aguda proa el enorme oleaje y que en su terrible travesía se hundirá en los abismos, pero sentado entre los mástiles, hay un experto e invisible marino, que sabe encauzar bien la ruta.

¡Desencadenaos en tempestad, salvajes elementos! Aun si las olas lanzan la espuma hasta las nubes, no vais a poder alcanzarme: estoy tranquilo, como un rey de los escollos. Sin embargo, en ocasiones me resulta difícil encontrar tierra firme y, cual pájaro marino, busco el sitio por el que penetrar en el enfurecido mar de mi alma. Pese a todo, esta excitación es mi elemento vital y edificio sobre ella, lo mismo que el alción construye su nido en el mar..."


"En todo goce, revista suma importancia saberse dominar. Creo que no podré volver a ver más a la muchacha que se apoderó de mi alma y de mis pensamientos. Pero deseo intentar mantenerme en una perfecta tranquilidad: también tienen un fuerte atractivo esos estados de ánimo oscuros e indefinidos.

Siempre me gustó tenderme en una barca, durante las noches de luna, en cualquiera de nuestros maravillosos lagos.

Recojo las velas, retiro los remos y me acuesto tendido en el barquichuelo, para contemplar el cielo sobre mí. Cuando las olas acunan en su pecho la barca, cuando sobre mí pasan las nubes que se lleva el viento, de manera que la luna parece ir y venir, mi inquietud se va sosegando."

Soren Kierkegaard. Diario de un seductor

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