martes, 17 de marzo de 2009

¿Vacío?



Ya tenían algunos minutos acostados sin decir una palabra, sólo abrazados. El silencio era cómodo, nostálgico. Aunque cada uno pensaba y sentía cosas diferentes, esa sensación no la encontraban con nadie más. Él la abrazó un poco más fuerte y ella comenzó a llorar. Él no sabía por qué, se imaginaba muchas cosas pero en seguida las descartaba por las implicaciones que podían tener. Se limitó a disfrutar la sensación de sentirse útil y servir para que ella desahogara lo que sea que producía esas lágrimas. Como por cortesía, preguntó:

- ¿Por qué lloras?

- … no sé.

Hubo más silencio. Él se imaginaba tantas causas. Pero ninguna de ellas era correcta: “quizá el negocio no va bien”, “tal vez problemas familiares, de nuevo”… No, eso se lo diría. Quizá sea… no.

Ella siguió llorando hasta que se quedó dormida. La hipótesis final que pudo lograr para explicar esas lágrimas era que tal vez, justo como le pasaba a él, no había explicación, que quizá la tristeza venía de una nada que era en realidad algo: el vacío. La miró por unos momentos y le tuvo cierta envidia, él también quería llorar hasta quedarse dormido.

O tal vez era otra cosa que no se animaba a preguntar…